La canción está conformada por diversos elementos. En mi opinión, la base del tema es la guitarra acústica, y su riff, que introduce el ambiente que quiere crear la canción. De hecho, empieza sin bajo ni batería, en un formato totalmente acústico, devolviéndonos un sonido muy verdadero: el de la guitarra acompañando una voz, que me gusta definir como etérea. La voz es un elemento que me parece especialmente curioso en esta y otras canciones de Porcupine, es realmente peculiar. Pasado aproximadamente un minuto, se incorporan de golpe las eléctricas, la batería y el bajo; igual que si se tratara de una pequeña explosión, llevando la canción a esa atmósfera aventurera a la que me refería antes. Para entonces, la canción, pese a conservar su peculiaridad, pasa a ser más rock, así que, como no, aparece un primer solo de guitarra. Después de ese solo, la canción, en brazos de unos coros vocales que realzan el ambiente, se ve llevada a otra fase, que se podría clasificar como un segundo solo de guitarra, y, después de recuperar otra vez el acústico, llega el final: derroche de sonido, de intensidad, electrificante.
Pese a esa descripción, lo que verdaderamente la hace una canción única, vibrante, son los pequeños detalles, que me ahorraré describir con palabras: escuchar para creer. Descubrir esa parte de vuestra cabeza que se suele usar tan poco, llamada ansias de volar, libertad, imaginación.
P.D. Gracias por descubrirme esto, Synesthetic. Me has hecho un favor grande.